Puntuación: ***
Visual: ****
Narrativa: **

Muchos se reirán, pero creemos que estamos ante el J.J Abrams español (con permiso de Bayona claro está). No por su faceta de guionista o de productor pero sí por su amor al género y al homenaje en su cine a grandes mitos fílmicos de los 80 como en este caso Steven Spielberg. Hablamos de J. Collet-Serra y de \’Infierno azul\’ (\’The Shallows\’) , su nuevo film que demuestra que sigue en forma. En esta ocasión los principales protagonistas de la función son Blake Lively y un gran tiburón blanco que amenaza con acabar con su vida.

La premisa de \’Infierno azul\’ es sencilla: Nancy está surfeando cerca de una playa recóndita cuando es atacada por un tiburón, quedando atrapada a menos de 200 metros de la costa. Escapar de allí parece sencillo, pero el escualo está muy atento para intentar darse un festín a su costa. Sony la están vendiendo como \’Tiburón\’ (\’Jaws\’) para una nueva generación, pero, pese a su efectivo avance, recuerda más a \’Open Water\’ que a la maravillosa película de Steven Spielberg pero aún así, la firma del rey midas también es tangible en esta nueva obra de terror marino.

Los caminos del entretenimiento palomitero (sus formas, al menos) son ciertamente inescrutables… que no imprevisibles. \’Infierno azul\’ es un producto que se debe a otros productos, tanto del pasado como de un presente al que, después de la experiencia, para nada le cambia la cara, pero que por el contrario, sí vemos con mejores ojos.

Estamos ante un proyecto maldito (el guión de Anthony Jaswinski fue pasando, durante años, de estudio en estudio sin que nadie se atreviera a hincarle el diente) a un tráiler que cuando por fin ve la luz, llama la atención, entre otras cosas, por el esmero con que retrata, durante sus primeros segundos, esas imágenes y sonidos que tan fácilmente identificamos con la libre sensación del suspense marino, el cual como siempre, va acompañado de espacios abiertos y un precioso y azulado mar.

Para aguar la alegría siempre llegan los posteriores bocados del escualo, por tantas veces hemos visto antes, los cuales, casi que no importan. Lo que realmente pesa son esos momentos previos de calma en los que poder desconectar el cerebro y zambullirse, porque ya va siendo hora, en ese mar de sensaciones (más o menos impostadas, qué más da) que tanto placer proporcionan.

En este sentido, Collet-Serra vuelve a erigirse como el profesional que es, manufacturando una vez más una película tan consciente de sus ambiciones y posibilidades que ni por un segundo se le pasa por la cabeza la insensatez de ir más allá de lo que se espera de ella. De lo que se trata es, en primera instancia, de no quedar en evidencia, y después, de honrar el código del buen cumplidor.
Y una vez cumplido ese código, toca aportar el granito de arena personal, demostrar que uno es capaz de aportar algo distinto a lo muchas veces visto, demostrar también que se puede mantener la tensión bajo un guión trillado y vulgar, y, demostrar que una sala de cine también está ideada únicamente para entretener.
Así y por tanto, como otras veces ya hemos visto, la obra es capaz de convertir la angustia de la supervivencia en el gozo de la evasión que proporciona la sala mágica.

Y como mágico ha sido, no nombrar en esta crítica la exultante belleza de Blake Lively en este film.

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