Puntuación:*****
Hay que reconocer que Disney es la compañía más en forma del momento. Primero tiene su unión con Marvel, después la posesión de la franquicia Star Wars, a eso le sumamos los trabajos de Pixar más su animación propia con éxitos como Frozen. Cierra con franquicias propias por explotar como Tron y lo que nos ocupa hoy que son sus versiones clásicas de animación pasadas a imagen real y que esta vez le ha tocado a El Libro de la Selva.

Como vemos arriba, quizás la única tara que haya tenido Disney en los últimos años haya sido sus films no animados de creación propia, casos como Tomorrowland o John Carter que se han estrellado en taquilla, lo demás es todo no solo un éxito comercial, sino un muy buen ejemplo de como se deben hacer bien las cosas. Ahora tras películas como Alicia o La Cenicienta, nos llegan nuestros queridos Mowgli, Baloo y Bagheera.
Esta última versión en imagen \”real\”, con panteras, osos, tigres, serpientes y lobos que hablan gracias a los milagros de la posproducción digital, destaca por algo que está en la novela original pero se ha perdido en la espiral de los tiempos: su tono más sombrío. El director del filme es Jon Favreau, un tipo que es capaz de dirigir dos películas de \’Iron Man\’ para luego hacer una comedia gastronómica como \’Chef\’, una mixtura imposible como \’Cowboys & Aliens\’, crear con J. J. Abrams la teleserie futurista \’Revolution\’ y finalmente relatar la historia de Mowgli. Quizás no sea el mejor director de cine del mundo pero, al menos posee esa cualidad de conseguir que sus películas mantengan el interés permanente del espectador y que los minutos no se hagan eterno. Es cierto que en sus films notamos una falta de singularidad artistica en las labores de dirección, algo que le haga tener un aire especial como si ocurre con gente como Nolan, Snyder, Los hermanos Russo o incluso Abrams. Favreau en cambio carece de toda esa fuerza que tienen los nombres citados pero por suerte para él, siempre se rodea de gente de talento en las otras parcelas del film por lo que su anodina dirección pasa mucho más disimulada gracias al trabajo de sus compañeros y lo mismo ocurre esta vez en El Libro de la Selva.
Cualquier cosa, pues, podía esperarse de esta película que siempre tendrá una dura competidora, la versión Disney de 1967. Inteligentemente, prefiere distanciarse del encanto evanescente de la misma. Baloo y Bagheera, el oso y la pantera protectora, son menos juguetones. Shere Khan, el tigre, es un villano clásico. La escena con la seductora pitón Kaa es muy siniestra, y la secuencia de la pelea en el bosque en llamas es oscura: ni el 3D logra realzar lo que no quiere ser realzado, ya que la novela original es tanto una historia de superación y convivencia como un relato tenebroso sobre las fuerzas del bien y del mal.
De este modo tenemos un filme atractivo para ir en familia que cumple con su cometido de gran espectáculo. Claro queda que no va a tener la repercusión que tuvo la versión animada y que a final de año El Libro de la Selva va a estar olvidada por la mayoría de nosotros pero al menos  nos deja con la sensación de un trabajo bien hecho, y de querer volver a ver un nuevo clásico de Disney pasado a imagen real.

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1 comentario en «Crítica de El Libro de la Selva (familiar, 2016) | ¿Imagen real?»

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