Situada en el primer pasillo a la izquierda de mi videoclub habitual, la verde carátula de Alien el 8° pasajero destacaba sobre todas las demás. Era una de esas cintas que siempre cogías para ver su contraportada pero que finalmente siempre acababa de nuevo reposando junto a películas como El Exorcista o El Resplandor. Pero a finales de noviembre de 1986, el nombre Alien esta vez con una “s” final empezaba a cobrar más fuerza que nunca. La secuela ideada por James Cameron lucía preciosa en las fachadas de los cines de los centros de las ciudades y pueblos y, en los institutos y patios del cole cada vez se oía más hablar de aquella escena final donde una alien madre enorme, se las tenía que ver con otra simbólica madre humana que se atrevía a llamarla puerca.

Era sin duda el momento perfecto para ir a aquella estantería del videoclub y alquilar por fin aquella verde carátula que tanto llamaba la atención.

“Aún no habéis comprendido a qué os enfrentáis. Un perfecto organismo. Su perfección estructural sólo está igualada por su hostilidad”

Y se produjo el protocolo habitual de carga superior y rebobinado para segundos después ver el logo de Fox y su fanfarria en un viejo televisor de tubo de 24″ ideal quizás para películas de Netflix pero no para una obra a la cual el televisor se le quedaba pequeño. Pero dio igual, el blanco y el silencio inicial de Alien el 8° Pasajero fueron suficiente para olvidar las rayas del degradado de la cinta y la baja calidad de sonido del altavoz monoaural del televisor. El poder de la cinta de Ridley Scott fue tan magnético que bastaron 10 minutos para notar que el tiempo se pausaba y que tu salón era un cubículo más de aquella gélida nave llamada Nostromo.
Más de 15 años después, tuve la suerte de ver el filme en cines gracias a un reestreno y por suerte todo seguía igual solo que magnificado por el poder del tamaño de la pantalla, y el sonido producido por las decenas de altavoces que poblaban la sala, el cual impactaba y enmudecía al entrar en contacto con la moqueta del suelo y las paredes de aquella sala de cine.

Ahora en 2021, Alien el 8° pasajero vuelve a aparecer esta vez en un streaming de Disney + y un TV de 75″ al que le abraza un 5.1 muy distinto al monoaural de aquel televisor de 1986. Ahora el viaje es más didáctico que nunca al contar con un joven espectador a mi lado de tan sólo 8 años que es capaz aunque eso sí con más veces los ojos cerrados que abiertos, de volver a palpitar con el ambiente que existe en cada poro de la textura fílmica de la obra de Ridley Scott.


Pero algo no cambia, en 1986 la humedad y el frío que sentías mientras recorrías los rincones de la Nostromo era tan real como lo es en 2021 y como lo fue en 2002.
Los años pasan pero Alien el 8° pasajero sigue emocionando a todo el mundo por igual, sea de la generación que sea y viéndola de la forma que sea. Quizás el siguiente paso sea verla en una pantalla móvil para ver qué nada puede con Alien.

Una de las 100 grandes joyas del cine