Hoy en CINEMATTE FLIX venimos con una de esas obras maestras que perduran para siempre en la historia del cine. Nos situamos en el aΓ±o 1972 cuando Luis BuΓ±uel, uno de los grandes genios de la cinematografΓa mundial nos dejΓ³ su "Parasitos", una particular obra de la que han aprendido todos los nuevos directores incluido el tan de moda Bong Joon-ho.
Con El discreto encanto de la burguesΓa (1972), Luis BuΓ±uel, se mete uno de lleno en el ocioso periplo de seis personajes que una y otra vez, por motivos de una extravagancia in crescendo, ven frustradas sus intenciones de cenar.
Comedia macabra, paseo acomodado e hilarante por unas cuantas mesas parisinas de finura estΓ©tica e incapacidad un poco bochornosa para alimentar a nadie, se trata sin duda de una de las mΓ‘s inteligentes creaciones del director aragonΓ©s –con guiΓ³n, como casi siempre, de Jean-Claude CarriΓ¨re–, ganadora del Γscar a la mejor pelΓcula extranjera y espejo de pericia surrealista y demΓ‘s aventuras onΓricas en el cine.
Un discreto encanto de hora y media de etiqueta y frustraciΓ³n es en lo que se adentra el espectador de este largometraje, que se rΓe de la muerte, que se rΓe de la vida, broma trΓ‘gica de la que no puede uno reΓrse realmente sin meter un poco la cabeza en la tumba.
Hay un discreto encanto de seis personajes que son pura fachenda de cartΓ³n piedra, que nunca dicen nada interesante, que nunca pierden la sonrisa, que estΓ‘n ahΓ porque quieren comer con correcciΓ³n; hay un matrimonio que fornica con encanto entre los matorrales de su lujosa mansiΓ³n porque adentro estΓ‘n los invitados, a deshora, dictaminando esencias de martini seco, riΓ©ndose del cochero, conjugando verbos no reaccionarios; un obispo acomodaticio que se mete a jardinero porque le da la gana, que equilibra extremaunciones, prΓmulas y asesinatos a sangre frΓa de criminales al borde del ΓΊltimo suspiro; hay tambiΓ©n una hermana menor que casi nunca dice nada, que bebe demasiado. Y sobre todo estΓ‘ ahΓ Rafael Acosta (Fernando Rey), embajador en ParΓs de la imaginaria RepΓΊblica de Miranda, perdida en alguna parte de SudamΓ©rica, repΓΊblica bananera que ya con su nombre define al personaje, sumo pontΓfice de la sinvergΓΌencerΓa reinante a lo largo de todo el filme, de la amoralidad mΓ‘s descocada. Rafael es el cabecilla del grupo, el comensal intransigente que no duda en agarrar un filete de cordero en un instante apocalΓptico de su vida.
Se habla siempre de crΓtica a una clase social, la burguesΓa, sustentada en un abanico interminable de intereses egoΓstas y falsas apariencias, en un ajuar deturpado de velos y oropeles varios, en una bella mentira que no esconde sino rapacidad y afΓ‘n de medrar en sociedad.
RecuΓ©rdese esa escena en que Florence, la bella hermana menor de Madame ThΓ©venot, incapaz de apreciar la Serenata de Schubert, dice, mientras espera un tΓ© inexistente en una cafeterΓa con mΓΊsicos, que no soporta a la gente que toca el violonchelo, sin mΓ‘s, y que le gustarΓa que los mΓΊsicos del bar fueran mΓ‘s jΓ³venes. El discreto encanto de la burguesΓa es sin duda una crΓtica a esto, de principio a fin una procesiΓ³n de fatuidades y supercherΓas, de miriΓ±aques dieciochescos al borde del abismo, de valijas diplomΓ‘ticas que esconden el ensueΓ±o de una sobredosis bajo la lΓrica de un BorgoΓ±a envejecido.
Pero BuΓ±uel va mΓ‘s allΓ‘: si la vida es repeticiΓ³n, la muerte es esa cosa que, con una multiplicidad que es puro virtuosismo en manos del cineasta, se presenta para detener la ceremonia; la muerte o, por supuesto, cualquier otra cosa que la preceda. Rafael, luminaria de libertinos de buen tono, inventor de engaΓ±ifas sin escrΓΊpulo alguno, puede acariciar secretamente la nuca de su amante mientras el esposo, amigo Γntimo, adoctrina a los presentes acerca de las sutilezas del martini seco en la sociedad neoyorquina de los aΓ±os 30; puede despachar con aplomo a la anarquista mirandesa que venΓa a matarle, mΓ‘s hecha para el amor que para la guerra; puede esconderse debajo de la mesa si le apetece, decir esto y aquello, mangonear al personal como le plazca –pero su carrera al vacΓo, la suya y la de toda una sociedad, ejemplarizada en esos paseos a ninguna parte de los seis personajes, no se va a detener. Tras haberse tornado velatorio la primera cena, los imprevistos a la hora de degustar las viandas de turno se suceden; el ejΓ©rcito, la policΓa, una sΓΊbita representaciΓ³n teatral: siempre pasa algo. El Comendador, el Convidado de piedra del mito donjuanesco, bajo la imaginativa mirada de BuΓ±uel, despliega en cada caso su proteica y tornΓ‘til figura para arruinar el discreto gozo burguΓ©s.
Rafael, calavera elegante, y sus compinches, con sus bellas mujeres y sus corbatas de papel, su encantador universo de postΓn destinado a perecer sin pena ni gloria, son en el fondo los hΓ©roes de una ficciΓ³n trΓ‘gica, los esclavos de un sueΓ±o inquieto. Cuando van a cenar, les ponen un whisky insΓpido, les sirven un pollo de plΓ‘stico; actores de cierta vida que no estΓ‘ en ninguna parte, los lanzan de pronto al escenario y, como todos, sucede que no se acuerdan de sus frases. A veces, cuando el despropΓ³sito es flagrante, se preguntan quΓ© broma es Γ©sta. En esos momentos se parecen un poco al tΓo regicida de Hamlet mirΓ‘ndose atΓ³nito desde la butaca, o a otro cualquiera que los estΓ© mirando a ellos, pero a diario se dedican meramente a caminar en el vacΓo. Por las noches tienen pesadillas, y sueΓ±an con tanta frecuencia que llegan a soΓ±ar que sueΓ±an, que son el sueΓ±o de otro, que el otro es un sueΓ±o, y asΓ hasta perderse de vista.
Luis BuΓ±uel, integrador del grupo surrealista en sus inicios, creador de larga trayectoria en el mundo del cine, con producciones de temΓ‘tica y proceder en lento trΓ‘nsito hacia lo que serΓa algΓΊn dΓa una impronta inconfundible, su sello personal, sΓ³lo pudo alcanzar la autonomΓa intelectual y estΓ©tica de largometrajes como el aquΓ comentado tras una larga y trabajosa etapa en el cine mexicano; de ella han quedado tΓtulos de muy diversa calidad. Con El discreto encanto de la burguesΓa, fruto ya de madurez, llega a la cima de su estilo. El tiempo sΓ³lo le concederΓa dos pelΓculas mΓ‘s: El fantasma de la libertad (1974), y Ese oscuro objeto del deseo (1977).
Ahora ya no hay motivo para que disfrutes y aprendas con esta genial obra maestra del cine que hoy ofrecemos en Cinematte Flix.
No hay comentarios:
Publicar un comentario